Te presentamos la traducción al español del libro “Un Maestro Democrático en la Escuela Pública: Otras formas son posibles” de Derry Hannam. Ha sido un honor ayudar a expandir este mensaje de cambio e inspiración. Derry da un ejemplo vivo de cómo es posible cambiar el sistema educativo desde dentro, utilizando formas democráticas de participación jóven para gestionar el aprendizaje del grupo y su convivencia.
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Te regalamos el Prólogo
La primera vez que nos encontramos con la educación democrática fue en la Escuela Hadera, cerca de Tel Aviv, en Israel. Luz y yo aún estábamos al comienzo de nuestra investigación educativa alrededor del mundo y empezamos por Oriente Medio, aprovechando que mi hermana estaba estudiando árabe en Jordania.
Al llegar a Hadera nos recibió el “comité de visitas”, compuesto por un par de chicas y una profesora, que tras unas palabras introductorias nos dejó con las alumnas para el recorrido y explicación de la escuela:
- “Aquí es donde hacemos las sesiones del parlamento. Cualquier persona puede proponer temas para tratar, se discuten y se votan. Los votos de todas las personas (independientemente de su edad) valen lo mismo.”
- “Este es el libro con las normas de la escuela, resultantes de las decisiones del parlamento.”
- “Por ahí ves algunos niños que están ofreciendo talleres. Aquí hay otro espacio para los que prefieren estudiar por su cuenta en lugar de ir a clases.”
- “De hecho, las clases no son obligatorias. Puedes probarlas al inicio del año y luego decidir a cuáles te unes. Eso lo sueles hablar con tu mentor, que también eliges, entre los adultos.”
Era la primera vez que nos encontrábamos con este tipo de escuela y casi no podíamos asimilar lo que veíamos. Parecía demasiado bonito para ser cierto. Sobre todo porque acabábamos de cruzar Palestina, en nuestro camino desde Jordania, y no nos había gustado nada la realidad que habíamos visto allí. Así que les dije: “Espera un momento, aquí tenéis mucha libertad y respeto, pero el mundo ahí afuera no es así. Nadie respeta las voces de los demás (y menos si son diferentes o más pequeños).” Agad, una de las niñas que nos guiaba, de unos 12 años, se quedó en silencio. “Entonces, quizás esa es mi labor, mostrar a los demás cómo es posible vivir respetándonos unos a otros.”
Me dejó sin palabras. Al igual que me dejaron luego sin palabras en Nepal, en la India, en México, en Perú, en Reino Unido, en España, en Bulgaria y en los lugares que aún están por llegar. Me siguen demostrando cómo tratar a los/as niñas con respeto, como iguales, partícipes de sus procesos de aprendizaje y de la co-creación de su escuela puede cambiarlo todo. Puede incluso sentar las bases para la paz en regiones que hace mucho que no la conocen.
¿Quieres una sociedad donde las personas dialoguen para resolver sus conflictos de forma no violenta? Puedes crearlo en tu escuela. Puede haber un círculo de resolución de conflictos, donde los mismos chicos/as aprendan a facilitar diálogos restaurativos, no punitivos. También puede haber tiempos para profundizar y entender nuestras emociones creando una cultura de paz. La pandemia de bullying que vivimos no tiene por qué continuar.
¿Quieres una sociedad que cuide la salud mental? Rechaza conceptos absurdos como el “fracaso escolar”, que destruyen la autoestima y bloquean las oportunidades de crecimiento de las personas. Crea círculos de diálogo para tratar temas que nos hacen sentir incómodos y donde todos/as se sientan incluídos. Abre tu centro a la auto-compasión, la empatía y la gratitud.
¿Quieres una sociedad donde los jóvenes no se sienten perdidos, sino empoderados a hacer el mundo un lugar mejor? Empieza a hacerlo posible hoy en tu escuela. Empieza a crear oportunidades para que tomen decisiones relevantes para su vida, de forma gradual. Posibilita los espacios para explorar sus pasiones, enfrentarse a retos y descubrir que tienen la capacidad de aprender de cualquier cosa que los motive. Y no sólo eso, sino que tienen la capacidad de hacer cambios acerca de aquellas cosas con las que no están de acuerdo, empezando por cómo funciona su escuela.
En el último Congreso Europeo de Educación Democrática al que asistí, en Bulgaria, Yaacov Hecht (fundador de la escuela de Hadera), nos compartió con esperanza que encontraba a antiguos alumnos de las escuelas democráticas de Israel en las manifestaciones contra las políticas autoritarias del gobierno. En estos momentos (noviembre de 2023), en los que Gaza está siendo bombardeada sin tregua, necesitamos a esos alumnos, profesores y familias que ven otro camino, no sólo para la educación, sino para la vida. Y no los necesitamos solo en Israel y Palestina, los necesitamos en todo el mundo.
Esta es la clave. La escuela no está desconectada de la sociedad. Sino que asienta los pilares de la sociedad en la que vivimos. Si durante 12 años de nuestra escolarización obligatoria nos entrenan corporal, emocional y racionalmente para seguir órdenes, sin cuestionarnos las formas, cambiando el “por qué” por el “qué quieren oír”: ¿En qué sociedad esperamos vivir? ¿Crees que nos desarrollamos como personas empáticas y responsables de construir un mundo mejor? ¿O nos desarrollamos como obedientes seguidores y consumidores?
Para mí, la forma más sencilla de entenderlo es la siguiente: El “cómo” es más importante que el “qué”. Es decir, que cómo aprendemos y vivimos los espacios de aprendizaje es más significativo que qué estudiamos o qué forma parte del currículum (por no mencionar las calificaciones). Hay muchas razones para ello, pero encuentro que no todas las razones son igualmente válidas para todas las personas. Hay quien aboga por los derechos de los niños, haciendo explícito que sus libertades personales no son respetadas en las escuelas convencionales. Hay quien está preocupado por la contribución de las estructuras estandarizadas escolares a la violencia y los problemas de salud mental. Hay quien ve un gran potencial para desarrollar habilidades del siglo XXI, como pensamiento crítico, resolución de problemas y colaboración, y apoyar la empleabilidad de los/as jóvenes en el futuro: no basada en qué sabes, sino en cómo de capaz eres de adaptarte y aprender. Incluso, si sólo te importan las calificaciones, hay estudios que muestran cómo la participación estudiantil también tiene efectos positivos en este ámbito.
Pero faltaba algo. La educación democrática y el empoderamiento joven parecían restringidos a escuelas privadas. Tanto escuelas elitistas (que utilizan términos como “liderazgo” e “innovación”), como escuelas de mentalidad progresista (que utilizan términos como “libertad” y “creatividad”). Ahí fue cuando conocimos a Derry Hannam, en un congreso de educación. Parecía que había conseguido lo imposible: implementar la educación democrática en la escuela pública. Y no cualquier escuela pública, sino dentro del sistema clasicista de Reino Unido.
Inmediatamente nos inspiró. Nos enamoramos de su mensaje y de su obra. No sólo lo había conseguido como maestro, sino que luego había defendido a escuelas democráticas como inspector (como en el famoso caso de Summerhill School), había realizado investigaciones sobre el tema, mostrando el impacto positivo de la participación estudiantil independientemente del nivel socio-económico, apoyaba a organizaciones de jóvenes, y mentorizaba a aquellos que querían intentarlo, como es el caso de Suvëmae, un espacio democrático dentro de una escuela pública en Estonia. No pudimos hacer más que intentar expandir su historia, traduciendo este libro del inglés al español. Aquí nos cuenta sus primeros pasos, su descubrimiento de la educación democrática y cómo transformó las vidas de niños/as que ya habían sido clasificados como “fracasos” y gracias a ello vivieron vidas plenas.
Este año (2023) al fin lo conocimos en persona, en su casita cerca de Brighton, Reino Unido. Era mucho más alto de lo que esperaba. Y también mucho más mayor. Derry tenía ya más de 80 años, pero por su participación en círculos de innovación educativa parecía que tuviese 30. Estaba en todos los eventos y respondía a nuestras peticiones online buscando colaboradores para realizar proyectos internacionales. Hacía bastante que podía estar simplemente “retirado”, pero yo lo veía muy “activado”. Cree en la causa con todo su corazón. Y su corazón está lleno de momentos, de historias y de personas con una inmensa gratitud hacia él y su familia. Luz y yo nos despedimos de él y de su esposa Deb tomando el tren de vuelta a Brighton, soñando con vivir vidas tan apasionadas y llenas de amor como las suyas.
Ya van más de 150 pioneros de la educación de 17 países, como Derry, que han contribuido a nuestra investigación en Evolving Education. Y aún no se me ha olvidado, esa niña en Hadera que me abrió la puerta a entender el potencial de cambio social de la educación. Ya no puedo levantarme ni un día sin pensar cómo apoyar este cambio educativo y social. Espero que este libro te abra las puertas a esa aventura. ¡Merece mucho la pena! Si no, pregúntaselo a Derry.
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Una conversación con las Traductoras
Hablamos con Nazarena Galeano, Laura Valentina Corredor, Araceli Ponce y Araceli Hurtado, las traductoras del libro. Las cuatro jóvenes nos hablan de cómo se comparan las propuestas de Derry con sus propias experiencias como estudiantes en Argentina, Colombia, Perú y México, respectivamente.