Autocontrol

El autocontrol es la habilidad de controlar nuestros impulsos, emociones y comportamientos con el objetivo de alcanzar metas a largo plazo.

Para comprender la importancia del autocontrol es necesario citar uno de los experimentos más famosos en esta área, el test del Marshmallow, diseñado por Walter Mischel. En este experimento se trabajaba con niños de entre 4 y 5 años y se les presentaba un marshmallow en la mesa, que podían comerse inmediatamente o bien podían esperar varios minutos solos en la habitación y conseguir dos marshmallow. En este estudio se siguió a los sujetos durante 40 años para observar las correlaciones existentes. Durante la adolescencia, Mischel descubrió que los individuos que retrasaron la recompensa mostraban mejores notas y sus padres observaban una gran capacidad para planear, lidiar con estrés, responder razonadamente, exhibir autocontrol en situaciones frustrantes y concentrarse sin ser distraídos.

Como resultado final se observó que existía una correlación entre el retraso de la recompensa y el “éxito” personal y profesional; es decir, cuanto más tiempo fue un niño capaz de retrasar la recompensa, mejores fueron sus resultados académicos, alcanzaron salarios más altos, así como presentaron vidas más saludables y completas. No obstante, aquellos que no habían sido capaces de retrasar la recompensa presentaban mayor probabilidad de tener problemas de obesidad y uso de drogas (Levin, s.f.; Konnikova, 2014). Este estudio se ha realizado en diferentes entornos culturales y socioeconómicos y parecen mantenerse válidos en distintos contextos (Konnikova, 2014).

Mischel postula la existencia de dos sistemas: el sistema caliente y el sistema frío; similar al sistema 1 y 2 expuesto por Daniel Kahneman en su libro Thinking Fast an Slow. Estos dos sistemas están estrechamente relacionados. El sistema caliente corresponde al sistema límbico, que se caracteriza por ser emocional, simple, reflejo, rápido y centrado en la amígdala; nos permite responder en el aquí y ahora. Este se desarrolla a una edad muy temprana y se activa en situaciones de estrés.  El sistema frío es complejo, lento y centrado en el lóbulo frontal y en el hipocampo determinantes en la toma de decisiones y en el control de la atención. Este se desarrolla de forma más tardía y se suprime en situaciones de estrés. Por lo tanto, cuando el sistema caliente está activo el estímulo nos controla; mientras que cuando el sistema frío toma control nosotros controlamos el estímulo (American Psychological Association, s.f; Brand, 2016).

El autocontrol puede comenzar a trabajarse desde los 0 años hasta los 6, siendo particularmente relevante desde los 3 a los 5 años. Es posible seguir trabajando esta habilidad posteriormente, aunque se incrementa la dificultad de éxito (Levin, s.f.). Aunque cada individuo tiene distintas capacidades de controlar la respuesta a un determinado estímulo, tanto niños y adultos pueden aprender técnicas mentales para distanciarse de la tentación y reforzar el autocontrol (Konnikova, 2014). En el caso del marshmallow, el factor crucial para retrasar la recompensa es la habilidad de cambiar la percepción del objeto o la acción a la que quieres resistir, por ejemplo, convirtiendo el objeto en algo imaginario como una fotografía, o en otra cosa menos atractiva (es decir, en vez de imaginarlo como algo sabroso y esponjoso, imaginarlo como un trozo de algodón redondo y blanco). Por otro lado, podemos concentrarnos en algo completamente distinto, o considerar la recompensa más atractiva que el placer inmediato (Brand, 2016; Konnikova, 2014). No obstante, Mischel define la importancia de tener un plan de implementación con la siguiente fórmula “si…, entonces…”: “si esto sucede, entonces yo voy a hacer esto”. (Levin, s.f.; Frost, 2018). Esta estrategia es efectiva y es necesario que se repitan en el tiempo para que el alumno las internalice, reconozca una determinada situación y la aplique.

Bibliografía: